España y la reputación pirata
¿Es España el país más pirata del mundo, como se repite constantemente por prensa, radio y televisión? La respuesta corta: no. Para que España fuese el país más pirata del mundo mundial, primero habría que expulsar del planeta Tierra a toda África, toda Asia y toda Latinoamérica. Tampoco si aceptamos Occidente como “todo el mundo” España es el país más pirata; hay otras naciones desarrolladas con niveles de piratería similares o superiores a las españolas. Ni siquiera España es el país más pirata de los que se sientan en el G-8. ¿Significa esto que Internet no ha provocado un problema de piratería en España (y en todo el mundo) o que este debate no esté afectando a algunas inversiones o a nuestra reputación como país? La respuesta corta también es no. Entre ambos extremos –entre quienes niegan que en España exista un problema de piratería y quienes lo exageran hasta una ridícula propaganda– se encuentra una interesante realidad.
Primero, los datos duros: ¿cómo ha afectado la piratería a la música, al cine y al software en España? Depende de cómo se mire. Las ventas de música grabada –incluyendo venta online– facturaban 685 millones de euros en el año 2001; en 2009, fueron 87,7 millones, según Promusicae. No pasa igual con la música en directo, cuyo consumo se ha disparado en los últimos años. Según la Asociación de Promotores Musicales, entre 2000 y 2008, la recaudación por conciertos en España ha pasado de 69,9 millones en el año 2000 a 150,1 millones en 2008, un 115% más. La situación es trágica para las discográficas, pero contra el tópico no es tan dura para los músicos, cuyos ingresos siempre han dependido más de los directos que de los royalties discográficos. La SGAE lleva varios años batiendo su récord de beneficios, a pesar de la crisis. El pastel de la música se reduce, pero en el nuevo reparto, artistas y autores no son los grandes perjudicados y en muchos casos incluso ganan más.
España no es de los países con mayor piratería de todo el mundo, ni siquiera es el país más pirata de los que se sientan en el G-8
En cuanto al cine, los datos españoles también son llamativos. El soporte físico también muere. En 2005, la venta de DVDs facturaba 430 millones de euros y en 2009 eran sólo 178 millones. Sin embargo, las salas de cine aguantan su recaudación. La taquilla ha pasado de 496 millones de euros en el año 1999 a 671 millones en 2009, según el Ministerio de Cultura. En esos mismos diez años, el número de espectadores ha bajado de 131 millones a 110. Pero hay más salas que antes: en 1999 eran 3.343 y en 2009 sumaban 4.082.
En 2010 la taquilla bajó un poco: de 671 millones a 645 millones, un 3,9% menos. Es difícil encontrar muchos negocios cuyas cifras se hayan reducido tan poco durante la crisis. Pese a todo, la taquilla del año 2010 fue la tercera mayor de la historia del cine en España.
Con respecto al software, el informe más fiable es el que elabora anualmente la Business Software Alliance, la BSA: un lobby de las grandes compañías informáticas. Según sus últimos datos, del año 2009, España está muy lejos de los primeros puestos mundiales de piratería informática. Aparece en el puesto 79 de entre 107 países. En los últimos cinco años, a pesar de Internet, la facturación del sector ha crecido desde 765 millones de dólares en 2005 hasta 1.014 millones de dólares en 2009. La tasa de piratería, según la BSA, ha bajado del 46% al 42%. Es un porcentaje similar al de Francia o Portugal (40%), pero menor al de Italia (49%) o Grecia (58%).
La situación es trágica para las discográficas, pero no es tan dura para los creadores. El pastel de la música se reduce, pero en el nuevo reparto, algunos artistas y autores ganan más que antes
Italia y Grecia. Los dos países, ambos socios de la UE, superan a España casi en cualquier parámetro pirata que se escoja, tanto en música como en cine como en software. También están por delante en piratería la mayoría de los países del este de Europa, hoy miembros de la UE, y toda Latinoamérica, África y la mayor parte de Asia. Sin embargo, muy pocos de estos países tienen el dudoso honor que sí merece España de aparecer, año tras año, en las listas negras de países piratas que elabora la industria cultural estadounidense y la propia Administración americana.
Desde hace ya cuatro años, España aparece señalada en el informe 311, del Departamento de Comercio de EE.UU. Dicho informe no es una clasificación de los países más piratas, sino más bien una lista de objetivos prioritarios para la Administración de EE.UU.; una guía de países en los que la diplomacia estadounidense debe presionar para endurecer las leyes contra la piratería –el copyright es la principal exportación de EEUU–, como ha quedado de manifiesto en España a través de los cables difundidos por Wikileaks. España se ha convertido en una colina clave en esta guerra del copyright por dos motivos: por sus tasas de piratería –objetivamente, entre las más altas de la Europa occidental, como el resto de la Europa mediterránea– pero también por sus lazos con América. No sólo es una de las economías más grandes de la UE, sino también un puente con Latinoamérica. La clave no es sólo España, también el español.