Empresa y Estado: ventajas de un matrimonio de conveniencia
Los políticos en el Perú lo tienen muy claro: la foto con el sector empresarial no da réditos de popularidad. Durante demasiados años se ha satanizado al empresariado (con y sin razón), al punto de que aquellos que comienzan a hacer empresa han buscado distinguirse de los grandes empresarios haciéndose llamar ‘emprendedores’.
El Estado debe fomentar la inversión privada, pero también advertir al inversionista que está dispuesto a imponer sanciones en el momento en que sean necesarias
Y finalmente, los que manejan el Estado son políticos. Y la necesidad de mantener elevadas tasas de aprobación hace que sea fácil que caigan en la tentación de buscar un enfrentamiento, o al menos un distanciamiento, del empresariado. Pero, ¿es esto sano para mantener el crecimiento de una economía que necesita inversión privada para salir de la pobreza de manera sostenible y, sobre todo, para mantener el Estado?
Si obviamos el tema de la foto popular, y sin que ello signifique que la empresa reciba prebendas o un tratamiento mejor al de otro sector de la población, veremos que la relación empresa-Estado debe ser cercana y saludable. Finalmente, al momento de repartir las utilidades, el Estado participa con un 30% de las mismas. Al igual que a cualquier socio, es (tiene que ser) interés del Estado el que a la empresa le vaya bien.
Y aun así, la relación es difícil: el Estado, además de socio, debe velar por el cumplimiento de ciertas reglas. Por ejemplo, dado que la empresa es el lado ‘fuerte’ en la relación laboral, al Estado le corresponde dictar normas y eventualmente intervenir en la protección de los trabajadores. Otro ejemplo: el Estado debe fomentar la inversión privada, pero también advertirle al inversionista que está dispuesto a imponer sanciones en el momento en que sean necesarias (socio o no socio).
En el otro lado están las empresas cuyas prioridades son distintas a las del Estado. Hace poco, en una encuesta se preguntaba cuál era el rol de la empresa. Aquellos que eran miembros o representantes del sector empresarial respondían que este era ofrecer bienes y servicios de buena calidad. Algunos respondían incluso que era maximizar el valor de la empresa. Los demás encuestados, ajenos al sector empresarial respondían, mayoritariamente, que el rol de la empresa era ‘generar empleo’. Y es muy probable que la respuesta de las autoridades esté más cerca de lo segundo que de lo primero; y que muy pocos empresarios (o ninguno) considera que su rol es generar empleo o aplicar políticas de responsabilidad social.
PUNTOS DE ENCUENTRO
¿Dónde están entonces los puntos de encuentro que puedan facilitar una relación armónica? Si los empresarios piensan que su rol es maximizar la rentabilidad mientras los no empresarios sostienen que el rol del empresariado es crear empleo y probablemente los funcionarios públicos vean a la empresa como fuente de los ingresos que el Estado requiere para cumplir con sus obligaciones, tenemos que encontrar un lugar común a los intereses de todas las partes.
Como en un matrimonio de conveniencia –que muchas veces son los mejores–, el amor puede aparecer en el camino por ejemplo cuando se tienen bienes o intereses comunes. El Estado necesita de la empresa para vivir dado que sus ingresos provienen de ella, y la empresa requiere de un Estado que le permita desarrollar sus actividades y le preste servicios básicos indispensables para su desarrollo. Para que esta relación sea saludable y estable se requiere, además de intereses comunes, una normativa clara que regule la actuación de las partes, el buen comportamiento empresarial que pasa no únicamente por pagar impuestos y transar bienes y servicios sino que va más allá, acercándose a un proyecto común que es esta conjunción, beneficiosa para ambos que se gesta cuando la empresa y el Estado se comportan como socios. Por ejemplo, la responsabilidad social empresarial, el buen gobierno corporativo o la protección del accionista minoritario son muchas veces puntos de encuentro que producen beneficios a unos y otros.
SE NECESITA TRANSPARENCIA
Pero entre la Empresa y el Estado existen también casos en los que las relaciones no son transparentes y por ende corroen ambas instituciones. Casos en los que empresarios y políticos inescrupulosos buscan negociar prebendas bajo la mesa para beneficio propio sin considerar el bien común abundan en América Latina, aunque también los vemos en otras latitudes.
La Empresa y el Estado se necesitan para salir adelante pero sobre todo para ser exitosos
Para evitar estas situaciones se requiere transparencia y una normativa que impida acciones discrecionales de los funcionarios del Estado. Desafortunadamente hasta ahora la transparencia no funciona como debiera, justamente porque la normativa que la regula no contiene las sanciones que debería para penalizar su omisión. En cuanto a la discrecionalidad del funcionario se debe tratar de restringir en lo posible la misma para darle seguridad a los administrados, sean estos empresarios o personas naturales.
Todos los gobernantes quieren mostrar que durante su periodo se avanzó en la generación de oportunidades y el alivio a la pobreza. La mayor parte de ellos es consciente de que para ello se requiere crecimiento a tasas relativamente elevadas y por periodos relativamente largos. Eso, a su vez, requiere inversión y como los recursos públicos nunca son suficientes, se necesita de la participación del sector empresarial.
Así es claro que la Empresa y el Estado se necesitan para salir adelante pero sobre todo para ser exitosos. Lo malo es que muchos Estados, gobernados por políticos, parecen no entenderlo y muchos empresarios, gobernados por el lucro, tampoco.