El nuevo activismo social
Huelgas, boicots, campañas contra productos, manifestaciones, sentadas, reparto de panfletos… Las formas tradicionales con las que las movilizaciones sociales han mostrado su fuerza están siendo acompañadas por el activismo en la Red, una nueva forma de resistencia entremezclada con las nuevas tecnologías que ha sido muy evidente en los recientes movimientos prodemocracia y libertades en los países árabes del norte de África. En España hemos visto las protestas contra la “Ley Sinde”, o el movimiento –conocido como #nolesvotes– que pide no apoyar a los partidos que se mostraron a favor de esa iniciativa parlamentaria (PP, PSOE y CiU).
Además de en los movimientos de desobediencia civil el activismo en la Red hunde sus raíces en el hackactivismo (hacker + activismo), que supone la utilización de herramientas y medios digitales para la realización de acciones llamativas, para intentar conseguir cambios políticos o legislativos. Desfiguraciones de webs, ataques de denegación de servicio (bloqueo de los webs de Visa o Amazon con motivo del apoyo a Wikileaks), mail bombing, desarrollo de software específico o creación de webs espejo para eludir la censura, son algunas de las manifestaciones más conocidas de este fenómeno.
La irrupción de las redes sociales
En los movimientos más recientes (Norte de África, ley Sinde en España, ley de prensa en Venezuela…) ha aparecido una importante variante: las redes sociales.
Las redes sociales (y los blogs) se han convertido en el polo de concentración de ideas, propaganda, citas, difusión de consignas, etc
Las protestas en torno al hackactivismo habían sido realizadas por pequeños colectivos o personas especializadas (programadores). Pero las últimas acciones políticas han tenido mucho que ver con Twitter y Facebook, lo que les ha otorgado un carácter mucho más popular. Mucha gente ha podido participar de los movimientos que han terminado con las dictaduras árabes, no sólo ha sido tarea del grupo de activistas Anonymous, que acompañó las protestas con acciones clásicas, como el bloqueo a los servidores del gobierno egipcio (un ataque de denegación de servicio).
Las redes sociales (y los blogs) se han convertido en el polo de concentración de ideas, propaganda, citas, difusión de consignas, etc. para un número mucho mayor de ciudadanos, quienes se asomaban cada día a sus muros de Facebook para comentar los últimos acontecimientos, saber qué sucedía en cualquier parte del país, cómo se veían los acontecimientos desde el exterior o, incluso, convocarse a actos en la famosa plaza de Tahrir en El Cairo.
La capacidad de los gobiernos de parar este sistema ha sido casi nula por diversas razones:
– Bloquear la red en un país es prácticamente imposible siempre que existan varios proveedores de comunicaciones.
– Un corte parcial es difícil que sea “limpio” y no afecte a otros servicios. Así ocurrió en Egipto cuando al cortar Internet las propias bolsas y, por tanto, el corazón económico del país quedaron seriamente afectados. El “apagón” no duró más de 24 horas.
– Las propias compañías de Internet han desarrollado servicios para la gente que les ha permitido “saltarse” las restricciones, como el Speak2tweet, un programa realizado por Google y Twitter que permitía grabar un mensaje telefónico de voz por la red de telefonía convencional, que luego era enviado como un tuit desde otro país.
Internet tiene sus propias reglas, sus propios códigos, y los que las manejan (sin minusvalorar la posibilidad de que aquí el fraude también sea posible) las conocen, siendo capaces de distinguir a través de los perfiles virtuales igual que el resto distinguimos lo que representa y cómo es una persona por sus apariciones mediáticas o sus artículos en la prensa.
En pocos días Egipto tenía líderes de las revueltas personalizados en varios blogueros. La gente corriente los eligió mediante una especie de aclamación virtual, de forma desconocida hasta ahora. Lech Walessa era un líder sindical con una amplia historia detrás, pero los líderes de las revoluciones del Norte de África son anónimos hasta que la ciberrevolución los encumbra.
No son revueltas provocadas por Twitter y Facebook, como una despistada prensa occidental de papel sostiene, pero tampoco los movimientos sociales de defensa de derechos habían tenido armas tan poderosas para difundir sus mensajes como ahora con las redes sociales. Redes que sirven para agitar y difundir ideas pero no necesariamente consiguen la movilización en la calle, aunque en los últimos tiempos hemos visto bastantes ejemplos en los que ambas formas van de la mano.
No son revueltas provocadas por Twitter y Facebook, pero tampoco los movimientos sociales de defensa de derechos habían tenido armas tan poderosas para difundir sus mensajes
Los políticos se preocupan porque sus votantes no son tan controlables, porque derriban gobiernos e influyen en leyes de una forma que no acaban de entender. Internet ha sido capaz de acabar en casi todas las industrias con los intermediarios y… ¿no son los políticos (al menos los que conocemos ahora) unos intermediarios? ¿Será la política otra industria como la de la música o la de los medios que empieza una reconversión?
Esperemos que así sea.