El diálogo multistakeholder y la creación de valor compartido
En los últimos tiempos ha empezado a crecer el número de entidades públicas y privadas que se esfuerzan por impulsar un desarrollo más sostenible, que apuestan por trabajar de forma voluntaria en favor de un mundo mejor, más justo e inclusivo, de forma que la visión de los defensores de la “responsabilidad empresarial” como nuevo paradigma de gestión empresarial comienza a convertirse en una realidad indiscutible, casi indiscutida.
La buena noticia aparece en una época de grandes cambios, o tal vez habría que decir en un momento de cambio de época, que agudiza y añade a las ya conocidas dificultades de salud, alimentación y desarrollo humano en grandes regiones del planeta nuevas dificultades y desigualdades sociales al lado de nuestras casas, en nuestros barrios, en nuestras familias…
Casi nadie discute ya algo que es evidente, y es que las empresas deben ir más allá de una visión cortoplacista y exclusivamente económica de su misión y dar un paso adicional hacia una perspectiva que incluya a su entorno, porque una empresa sólo puede alcanzar el éxito duradero si crea riqueza social.
Las empresas deben ir más allá de una visión cortoplacista y exclusivamente económica de su misión y dar un paso adicional hacia una perspectiva que incluya a su entorno
En esta economía globalizada, con empresas cada vez más poderosas y a la vez más expuestas, es de esperar que su comportamiento sea sometido al escrutinio de ciudadanos exigentes e hipercríticos, dotados de la tecnología y las habilidades de comunicación necesarias para generar los consecuentes riesgos reputacionales. Es en este marco que el rol de los grupos de interés adquiere una relevancia altamente significativa y donde determinados stakeholders, como los clientes o los empleados, empiezan a ejercer su poder, en una sociedad más abierta como la que dibuja Charlene Li en “Open Leadership”, sumándose a los medios escritos y online, los observatorios impulsados por ONGs, las comunidades de consumidores y usuarios, las redes sociales, las comunidades donde la empresa opera, y otros, que se han convertido en medidores y en altavoces de la reputación de las empresas.
Es por ello que asumir una relación abierta, transparente y dialogante es vital hoy día para la supervivencia de la empresa. Sin embargo, la relación con los stakeholders va mucho más allá que una mera herramienta para evitar crisis reputacionales y bien manejada puede ser una fuente continua de inputs para mejorar en aquellas áreas que la empresa necesite prestar atención.
El común denominador que debe estar presente en todas las relaciones y contactos que la organización establezca con sus grupos es la confianza, este es el principal activo intangible en el que la empresa debe trabajar. La confianza se basa en la influencia mutua entre los diferentes actores y es capaz de liderar el motor de la construcción de valor para todas las partes implicadas. La confianza es la base de la cooperación, esencial para sobrevivir en un entorno altamente competitivo.
En esta cooperación basada en la confianza debemos ser capaces de generar espacios de diálogo multistakeholder entre todos los implicados y gestionar de forma equilibrada y justa la diversidad de intereses que puedan surgir. De esta manera, la relación que se establece busca el mejor interés para todos los involucrados entendiendo que una gestión empresarial responsable radica en crear valor para los accionistas al mismo tiempo que para toda la sociedad de forma sostenible a largo plazo.
Debemos abandonar el modelo donde se coloca a la empresa en el centro rodeada de sus stakeholders y ésta establece conversaciones puntuales de forma bidireccional con cada uno de estos, para pasar a un mapa en el que empresa y grupos de interés interactúan y conviven en red, cada uno con sus propios intereses legítimos. Esta realidad debe ser tenida en cuenta a la hora de desarrollar la estrategia de negocios: la empresa no funciona de manera aislada, la empresa es parte de una compleja red de relaciones en la que debe intentar manejar lo más asertivamente todas estas relaciones para su beneficio y el beneficio de la comunidad local y la sociedad global.
Una relación abierta, transparente y dialogante es vital hoy día para la supervivencia de la empresa
Para que dicho diálogo sea la clave que genere valor compartido debemos conseguir que sea sincero, activo y abierto entre todos los actores implicados, tal y como M. Porter y M. Kramer establecen en el artículo “Creating Shared Value”, publicado en The Economist, donde el diálogo multistakeholder y la creación de valor compartido son situados como la clave para reinventar el sistema capitalista.
Es por ello que, cada vez más, las empresas necesitarán de personas con perfiles empáticos y actitudes negociadoras capaces de discernir entre el bien privado y el bien colectivo con capacidad de previsión y análisis global ante la toma de compromisos. El diálogo debe ser entendido como un proceso de escucha activa de nuestro interlocutor, espacio para exponer nuestra situación y finalmente un entorno donde consensuar las posturas argumentadas. Dialogar es saber escuchar, no imponer ni reafirmar una única visión.
Las empresas y entidades públicas han dejado de ser entes aislados con actividades paralelas a la red del resto de actores para pasar a ser organizaciones de liderazgo de la sostenibilidad en nuestro sistema. En este nuevo escenario es difícil imaginar un futuro que no pase por la colaboración permanente, el enriquecimiento mutuo y el equilibrio entre los intereses representados por los diferentes grupos de interés.