Sólo sobrevivirá la prensa con marca de calidad
Hace muchos años que se dice que la prensa escrita atraviesa una grave crisis que la hará desaparecer por no poder afrontar la competencia de otros medios más nuevos y dinámicos. Hace años que se oyen estas profecías.
Sin embargo hasta hace muy poco había (todavía hay) muchos diarios que no sólo tienen gran influencia sino que son empresas sólidas y negocios prósperos. Un público creciente quería mas información y más diversa. Y de forma ordenada y sistemática sólo la hallaba –o la sabía encontrar– en la prensa escrita, ya fuera en diarios de calidad, regionales o incluso populares. Y este público, muchas veces con un poder adquisitivo superior a la media, era el claro objeto del deseo de los anunciantes que deseaban vender productos de consumo. Los diarios tenían ingresos provenientes de la venta de diarios y de la suscripción. Y aunque las ventas no cubrieran los costes disponían de una segunda (mejor dicho primera) fuente de ingresos, la publicidad. Tanto la de los grandes anunciantes como la descentralizada, la de los ciudadanos que querían vender un piso o un coche de segunda mano. Así las pérdidas generadas por la estricta venta de diarios se transformaban en un negocio próspero. En diarios como El País o La Vanguardia dos terceras partes de los ingresos venían de la publicidad. Y el Washington Post sostenía un precio de venta mínimo para castigar la entrada de nuevos competidores en su ciudad. El precio mínimo del diario se compensaba con el cuasimonopolio de la publicidad en la capital de los Estados Unidos.
Ahora es diferente y cuando se dice que la prensa escrita sufre una seria crisis todo el sector –los editores, los directores, los periodistas acreditados y las redacciones– saben que va en serio. No es como antes, cuando algún diario cerraba porque no sabía adaptarse. O cuando la recesión hacía aparecer números rojos en las cuentas de resultados. Y no sólo lo sabe el sector sino toda la sociedad. Esta vez la crisis tiene otra dimensión y la prensa escrita se enfrenta a un reto del que, en ningún caso, saldrá sin cambios profundos.
Un diario que se vendiera, más barato, sólo por suscripciones a través del iPad, sería más rentable porque ahorraría costes de papel, de rotativa y de distribución
Claro que la caída de ventas y anuncios es muy fuerte. Y que cuando la economía mejore las cifras no serán tan terribles. Pero el fin de la crisis económica no será la solución pues los problemas son anteriores y tienen causas más profundas, relacionadas con la revolución tecnológica. Hace 15-20 años, para estar informados, los lectores recurrían básicamente a los periódicos. Pero en este periodo ha habido una explosión de otros medios de comunicación convencionales (radios y televisiones) que cada vez dan más información de forma gratuita. Por aquí los diarios pierden lectores y publicidad. Pero el cambio más sustancial es Internet.
La compra de un piso, o de cualquier servicio, se hacer hoy mejor a través de una plataforma digital. Y la misma información se encuentra gratis, y con más comodidad, en la mesa de trabajo, en el móvil o en el ordenador personal. Hoy ya casi no hay exclusivas porque, una vez lanzadas, desde donde sea, la red las socializa a gran velocidad. La exclusiva dura hoy unos segundos.
Y los mismos diarios, atrapados en la voluntad de modernidad y de conectar con nuevos públicos, están obligados a hacer ediciones digitales que facilitan a todo el mundo (a los jóvenes por ejemplo), la mismas noticias a las que tendrán acceso, horas después, los ciudadanos que vayan al kiosco o los que estén suscritos a un periódico (muchas veces los padres de los jóvenes que lo han consultado antes en la red). Y, caricaturizando, si el hijo le informa al padre de lo que leerá en su diario la mañana siguiente, es probable que, al cabo de un tiempo, la fidelidad del padre a su diario tradicional se erosione. Y los intentos de cobrar en la red son siempre éxitos parciales. Se puede cobrar por acceder al archivo, o a grandes artículos, pero no a la información. El Wall Street Journal hace pagar, al igual que el Financial Times, pero son diarios especiales, dirigidos a lectores de alto poder adquisitivo.
Hace unos años el New York Times quiso cobrar no por la consulta del diario sino por acceder a sus columnistas, por ejemplo a Paul Krugman, luego Nobel de Economía. Pero pocos meses después, debido a que el descenso de consultas dañaba los ingresos publicitarios, Paul Krugman volvió a poderse leer en abierto. Y el Times es el diario de información general más prestigioso de la primera potencia del mundo. ¿Están pues condenadas las ediciones digitales de los diarios a ser diarios gratuitos, que sólo ingresan por publicidad? ¿Lleva esta dinámica al ocaso de la prensa de papel?
No es seguro. Primero porque los diarios son los que tienen más credibilidad y capacidad para dar noticias. Segundo, porque quizás no puedan hacer pagar por acceder a la información general pero si por leer todo el diario a través del iPad, o por recibir información concreta y clasificada en el móvil o el ordenador personal. Así el Wall Street Journal o el Financial Times –en España El Mundo respecto al iPad– estarían marcando la dirección. Y para ello la prensa tiene dos ventajas comparativas. La capacidad de conseguir buena información y de saberla explicar, y la fiabilidad, que va ligada a una marca de calidad. Ello indicaría que la única prensa que tiene futuro es la que por el alto valor añadido de la información, o por su especificidad, dispone de un público dispuesto a pagar en la red.
La conclusión sería que los diarios sin marca de calidad –o sin gran capacidad de atracción– no podrían sobrevivir. Pero el desafío es más profundo. Los diarios, las empresas capaces de ordenar e interpretar las informaciones, quizás dentro de unos años no crean sensato producir costosas ediciones de papel. Un diario que se vendiera (más barato) sólo por suscripciones a través del iPad sería más rentable porque ahorraría los costes del papel, de la rotativa y de la distribución.
Tampoco es seguro que los grandes diarios sean los únicos capaces de ofrecer e interpretar las noticias con dinamismo y prestigio. Puede haber –de hecho ya hay en estado incipiente en muchos países– diarios digitales que disputan el terreno a los grandes diarios tradicionales. La prensa escrita está condenada a una rápida transformación y sólo los que se adapten a las nuevas tecnologías –y a nuevas fórmulas de comercialización– sobrevivirán. Lo que es más complicado –por eso el periodismo seguirá vivo– es que la búsqueda, la ordenación y la interpretación de la noticia se pueda hacer sin la independencia de criterio –y la no sujeción (relativa) a los poderes– que ha caracterizado a los principales y más influyentes rotativos de los países más modernos.