El aprecio interno fabrica y garantiza marca
En mayo de 2010 la UE tuvo que rescatar a Grecia que admitió haber falseado sus cuentas. Hubo nerviosismo de los mercados –miedo a que los estados no pudieran devolver la deuda acumulada– y movimientos especulativos contra los países “débiles” del euro. Y se disparó la desconfianza en España. El presidente Zapatero corrió a presentar en el Congreso un duro plan de ajuste.
El diferencial del bono español a 10 años con el alemán (indicador de solvencia) pasó de 80 puntos básicos (0,80) a finales de 2009, a los 200, e incluso 280 en la crisis irlandesa. Hoy las cosas están mejor. El déficit del Estado se ha reducido a casi la mitad en 2010. Y el de todas las administraciones –central, autonómica y local– cerró el ejercicio por debajo del 9,30% prometido y del 11,3% de 2009. Pero nuestro diferencial sigue por encima de los 200 puntos básicos. Menos que Grecia o Portugal (890 y 430) pero superior a Italia (170), Bélgica (110) y no digamos Austria (45) o Francia (38).
Por desgracia en Madrid no existe Financial Times ni The Economist sino Intereconomía. Y otros medios con parecidos vicios. El problema es que no nos queremos
Este mayor coste de la deuda grava las cuentas públicas y la financiación del sector bancario y del sistema productivo. España paga así, por su mala imagen financiera, un sobrecoste. Un mal negocio.
¿Por qué esta mala imagen? En junio de 2010, tras que Zapatero, bajo la presión de los mercados, anunciase el ajuste, el director general de ”la Caixa”, Juan María Nin, se preguntó en las jornadas de Sitges del Círculo de Economía por qué España tenía una imagen peor que la merecida. Subrayó que nuestra deuda externa (168% del PIB) era menor que la de Holanda (293%) o de Gran Bretaña (408%).
Para Nin España no había sabido elaborar una “equity story” (libro resumen “interesado, por supuesto” que los bancos de inversión hacen de las empresas que venden). Algo se ha hecho desde entonces. El secretario de Economía, José Manuel Campa, profesor del IESE fichado por Zapatero, ha cogido muchos aviones para explicar España a los fondos internacionales que manejan el ahorro mundial. Con suerte porque el déficit público –lo que más perturba a los mercados– se ha corregido. Y 17 grandes empresas españolas –a la cabeza Telefónica y Santander– han creado un Consejo de la Competitividad para mejorar en el mundo la imagen de nuestra economía.
Pero tenemos mala imagen no sólo por el volumen de la deuda externa –Holanda tiene más deuda y un diferencial de sólo 19 puntos– sino también por el poco aprecio interno.
En Inglaterra nació el parlamentarismo y se inició la Revolución Industrial y la ciencia económica (desde Adam Smith a Keynes). Fue un imperio y ha ganado guerras mundiales (gracias a los primos de América). Pero la libre sociedad inglesa tiene aprecio interno que se transmuta en buena imagen externa.
Dos periódicos con influencia (Financial Times y The Economist) son ingleses. Son críticos pero no transmiten una imagen catastrofista. Suelen apoyar a los “torys” pero no satanizan al “Labour”. Y cuando el Banco de Santander se come bancos británicos no dicen que la banca inglesa es un desastre, o que el Banco de Inglaterra lo rige un tarado, o que Gordon Brown es un rojo.
¿Con qué peso contribuyen a la imagen de Gran Bretaña películas como “The Queen” o “El discurso del Rey”, que acaba de recibir cuatro Oscar y donde Colin Firth encarna a Jorge VI? Creo que con mucho
En Madrid no hay Financial Times. Sí Intereconomía que apuesta a desprestigiar y derribar –por tierra, mar y aire– al Gobierno electo de España. Y hay otros medios con el mismo vicio aunque en grado menor.
Un financiero catalán me dice que la prensa anglosajona nos castiga con tendenciosidad. También puede ocurrir que cuando un rumor maligno llega a la mesa del redactor jefe de un diario londinense, éste llame a su corresponsal en Madrid quien telefonea a algún periodista amigo con el que ha coincidido en alguna rueda de prensa. Y éste le devuelve la llamada, le dice que la cosa es todavía peor y le da dos teléfonos (uno de un diputado) como garantes. ¿Nos tiene manía la pérfida Albión o no nos apreciamos? ¿Hay en España el mismo respeto al Estado que en Francia o Gran Bretaña?
Y no es sólo Madrid. Los nacionalistas vascos y catalanes han votado medidas sin las cuales España habría acabado mal. Pero a menudo caen antes en una crítica excesiva que perjudica. Algunos en Catalunya tienen la tentación de imitar a Intereconomía. El resultado sería que debería pagar más cara la deuda. El rating del Reino de España afecta.
Inglaterra se permite más deuda externa también porque tiene más aprecio interno. No es sólo el FT. En 2006 “The Queen”, de Stephen Frears, fue un éxito de taquilla. Contaba las miserias de la familia real a la muerte de Lady Di pero la primera institución del país salía fortalecida. Ahora “El discurso del Rey” ha recibido cuatro Oscar. Relata de forma irreverente, pero positiva, los esfuerzos de Jorge VI para dejar de tartamudear en vísperas de la guerra mundial.
El aprecio interno contribuye a la buena imagen de Gran Bretaña. España tiene un problema de deuda externa no sólo por sus pecados económicos –que también– sino porque la falta de aprecio interno transmite nuestros defectos y miserias.